Un amor surrealista.

(Artículo publicado en Les habitués por Emilio Buenavida en el suplemento FC Gente con Estilo del Diario Provincia. #424 14 de febrero del 2014 )

La inaudita historia de amor entre Salvador Dalí y su musa Gala contradecía la egocéntrica figura que él mismo construyó.

La inaudita historia de amor entre Salvador Dalí y su musa Gala contradecía la egocéntrica figura que él mismo construyó.

25 años después de su muerte, el genio del surrealismo sigue provocando delirios y fascinaciones entre las masas. Excéntrico, narcisista y portentoso, Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech, hizo de su persona un personaje, y de su arte un intrínseco legado de sentimientos. Entre sus elefantes, sus relojes y sus cuernos de rinoceronte, aparece, recurrentemente en sus lienzos, una mujer. Gala, una guapa mujer de origen ruso, se convertiría, además de su gran inspiración, en su modelo, su amiga, su compañera y su esposa por más de 50 años. Un amor incondicional enmarcado en una relación atípica, digna de dos insólitos protagonistas que se fundían en uno solo: Gala-Dalí.

Elena Ivánovna Diákonova llegó a la vida de Salvador Dalí en 1929. Un chien andalou se proyectaba por todo lo alto en la ‘Ciudad luz’ y Salvador no perdería la ocasión de estar al lado de su amigo Luis Buñuel (con quien había colaborado en la filmación) y junto  a una nutrida tropa de discípulos de André Breton, abanderados todos del movimiento surrealista. Fue el mismo esposo de Gala, el poeta Paul Éluard, quien la introdujo al mundo del personaje en su morada estival de Cadaqués el verano de ese mismo año.

Ni la diferencia de edad (Gala le llevaba 10 años a Dalí), ni la presión de sus padres por estar con una mujer casada, fueron impedimento para que el artista pintara una historia de amor sui generis  que los llevaría a estar juntos hasta el ocaso de sus vidas. «La pasión por Gala fue instantánea […] fue un amor completo, intenso y duradero»  rezaba el pintor.

El amor que se profesaron Gala y Dalí rompía con los cánones de aquellos y de estos días. Uno dependía del otro, y el otro del uno, aunque se rumoraba que no mantenían relaciones íntimas. Ella fungía como la administradora del gran creador, y él la referenciaba en gran cantidad de sus obras, como en la pintura ‘Retrato de Gala con dos costillas de cordero en equilibrio sobre su hombro’, alegando con gran audacia: «Si me gustan las chuletas, y me gusta mi mujer, no veo ninguna razón para no pintarlas juntas».

En la cabeza del genio de afilados bigotes y arrastradas eses, además de su musa, cabían importantes nombres como los de Velázquez, Rafael y Vermeer. De este último interpretó, en el Musée du Louvre, el cuadro «La Encajera», bajo la estricta mirada de los conservadores de la institución y algunos amigos; todos los presentes quedarían azorados al observar en su lienzo unos cuernos de rinoceronte en lugar de la mujer holandesa manipulando alfileres e hilos  reposando en un caballete dentro de una pequeña sala de la pinacoteca parisina. Salvador Dalí hacía de las suyas aludiendo aquel acto a su método paranoico-crítico:un método espontáneo de conocimiento irracional basado en la objetividad crítica y sistemática de las asociaciones e interpretaciones de fenómenos delirantes. El pintor ampurdanés razonaba haber encontrado las curvas logarítmicas del cuadro barroco que dibujaban exactamente unos cuernos de rinoceronte.

Previa audiencia con el Papa Pío XII y los vistos buenos de la recalcitrante dictadura española y su iglesia católica (con quienes llevaban buena relación) Gala y Dalí contrajeron matrimonio canónico en el santuario gerundense de la Mare de Déu dels Àngels el 8 de agosto de 1958. Con este acto se consumaba un amor dependiente en una época en la que la pareja vivía a caballo entre Figueres, Cadaqués y Púbol, , donde Gala era la reina de un castillo gótico catalán. El Castillo de Púbol, en el bajo Ampurdán, fue regalo especial del Marqués de Dalí, aunque el genio podía acceder únicamente por invitación escrita de su amada Gala.

De espíritu libre, la relación entre ambos no parecía flaquear aún a sabiendas de que su esposa mantenía relaciones con otros abanderados del surrealismo. Dalí retrató a su musa en todas las posiciones y desde todos los ángulos: ‘Assumpta Corpuscularia Lapislazzulina’, ‘La mujer visible’, ‘Leda atómica’, ‘La madona de Port Lligat’, etc., hasta que su relación terminó con la muerte de Gala en 1982. Nunca más volverían a estar juntos. Los restos de Gala fueron depositados en su Castillo de Púbol.

La vida, decía el artista, consistía en «Aspirar, respirar y expirar ». Los acordes de Wagner en Tristan und Isolde sonaban de fondo en la Torre Galatea de Figueres (hoy Teatro-Museo Dalí) , cuando el corazón del genio dejo de latir el 23 de enero de 1989. Sería ésta, su última morada, dónde por deseo propio, los restos del genio reposan desde aquel entonces. Este año, un cuarto de siglo después de su muerte, su enigmática historia de amor, el personaje que protagonizó y su producción artística, se antojan lejos de expirar. ¡Hoy Dalí está más vivo que nunca!

7 símbolos de Salvador Dalí

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