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Bogotá D.C.
Bogotá es una ciudad de ladrillo, un material noble que recibe con orgullo la pátina del tiempo. El hecho de que la metropolí ha sido construida predominantemente por la terra cotta (que dirían los naturales de Roma), podría parecer aburrido. La ciudad está hecha para observarse desde otra perspectiva. La diversión consiste en observar y apreciar los (pequeños) grandes detalles: las juntas de los bloques color naranja, las posiciones en las que se colocan, las siluetas que provocan, los colores de los tantos y tantos ladrillos, los encuentros en la esquinas y hasta los años que han vivido. El color predomina sobre la de desaturación de la ciudad moderna de concreto. No hay saltos de color y existen pocos engendros que sobresalen en el horizonte andino: una mezcla de verde y anaranjado que se cubre de lluvia de tanto en tanto. Orden, franqueza, coherencia y bondad. Construir con un material hecho por el hombre, trabajado con la mano del mismo para crear espacios a ser habitados por otros individuos.
El ‘speakeasy’ colombiano
No obstante de tener como rival a la ciudad más innovadora del 2013 (Medellín), entre trancones y ajetreos la caótica capital colombiana se regocija de seguir siendo la ciudad más cosmopolita del país andino. A pesar de situarse al pie de la cordillera de los andes, el norte se pierde fácil entre calles y carreras que convergen y divergen en los atemporales edificios de ladrillo rojo del distrito capital del país. Es la Zona G la que se ufana de contar entre sus direcciones con algunos de los restaurantes más celebres del país además de seguir siendo uno de los referentes del acontecer social de Bogotá. En ella una pequeña pero colorida tienda hace las veces de ‘tapadera’ de uno de los establecimientos mejor concurridos de la ciudad. Los factores sorpresa son la constante del NN, un gran cartel con el nombre Miss Elania enmarca el mencionado almacén, el primer paso al misterioso restaurante. La época de la prohibición en Estados Unidos (1920-1932) es el concepto que trasladan Maurizio Mancini y Gerónimo Basile hasta el centro de Bogotá donde después de tropezar con ollas y fogones, hay que subir una estrecha escalera para descubrir el enorme piano de cola cuyos acordes superan el barullo de los comensales distribuidos en las dos plantas de la elegante mansión de la calle 71. El ‘speakeasy’ colombiano (que de hablar en voz baja tiene poco) sirve platillos afrancesados de alta calidad creados ex profeso por el chef Nicolas de Zubíria. Entre la ecléctica decoración del NN (No Name) sobresalen las lámparas ‘art deco’ que riegan de luz la enorme barra por la que desfilan las prohibitivas y más rebuscadas bebidas que se disfrutan a la luz de las velas. Como antaño, el carácter secreto del sitio y la selecta concurrencia del lugar confirman la añeja experiencia neoyorquina que trasladada a un entorno actual inhibe a los convidados recordar el trajín capitalino que ocurre al cruzar de vuelta la famosa cocina del excepcional restaurante.
Calle 71 # 5 – 70, Bogotá, Zona G, Colombia
fotografía: http://www.elespectador.com