Etiquetado: Monterrey
Arquitectura: la batalla de las pasiones

Portada del libro Orden Unidad Sistema 15 años de la Cátedra Blanca. Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, 2019.
Decía Agustín Landa Vértiz que ‘el que copia una vez es un copión, el que copia muchas veces es un investigador’. Frases memorables como la anterior y una disciplina inalterable fueron parte fundamental de la retórica y la actitud de Agustín para enseñar arquitectura a más de 250 alumnos que participamos en la Cátedra Blanca y a muchos otros más que pasaron por el Taller Vertical en el Tec de Monterrey. Su legado ha quedado impreso en un libro que reúne más de 80 proyectos de arquitectura realizados por ex-alumnos y profesores de la Cátedra. Orden Unidad Sistema fue presentado ayer para celebrar 15 años de la Cátedra Blanca fundada por Agustín Landa y Cemex en la carrera de arquitectura del campus Monterrey.
La Cátedra Blanca surgió de un modelo de ‘cátedra empresarial’ en la que Cemex brinda apoyo para la investigación y el desarrollo de la arquitectura en la academia. En 2003 la empresa invitó al arquitecto Agustín Landa Vértiz a replicar el formato de la Universidad Politécnica de Madrid en Monterrey y lo que se ideó como un ‘taller de arquitectura en una universidad’ según Roberto Romero, nació como ‘un curso intensivo, de alto rendimiento, que forma a los alumnos con una visión del impacto que puede lograrse a través del diseño arquitectónico’ (1) vigente hasta la fecha. De la Cátedra Blanca surgió la idea de crear el Taller Vertical: un conjunto de talleres de diseño cuya intención era más bien hacer un taller horizontal en el que los arquitectos de semestres avanzados intercambiaran ideas y conocimientos con los de nuevo ingreso. El Taller, dirigido por ex-alumnos de Agustín lo único que tenía (y conserva) de vertical son los niveles de los cursos que culminan con la Cátedra Blanca en los últimos semestres de la carrera.
Agustín Landa Vértiz creó, en palabras de Roberto Zúñiga (Consultor de la Cátedra Blanca), una escuela dentro de una escuela en el Tec de Monterrey. Y para ello no solo fundó la Cátedra y creó el famoso Taller Vertical, si no que recicló un viejo edificio de almacenaje contiguo al campus (denominado AR-1-ZONA) para hacer coincidir a sus alumnos en lugar, tiempo y espacio todos los lunes, miércoles y viernes a las 7:00am durante los 12 años que enseñó con extraordinaria pasión la arquitectura. Para muestra, Agustín ordenaba que sus alumnos trabajáramos fuera de casa, dentro de ‘Arizona’ y sus clases no se impartían solo 2 veces por semana como las demás clases de proyectos: los miércoles se organizaban (y organizan) charlas a las que asisten todos los alumnos del Taller Vertical.
La tercera es la vencida y después de aterrizar la idea a la primer década de la creación de la Cátedra, y retomarla 2 años después por el mismo Agustín, fue hasta la década y media (2018) que se logró concretar un homenaje para honrar el legado de un arquitecto ejemplar que ‘comía de la arquitectura, pero vivía de enseñarla’ (2). Roberto Romero, Agustín Landa Jr. y Laura Gómez lanzaron una convocatoria a todos los ex-cátedros para postular proyectos construidos y previa selección, editar una monografía que materializara 15 años de enseñanza de arquitectura. El resultado es un libro que reúne más de 80 proyectos de ‘los ejemplos más claros de cómo ésta metodología (de la Cátedra Blanca) se ha enraizado en el ejercicio profesional de los egresados’ (3). La elección de los proyectos se basó en la aproximación de los arquitectos a los proyectos y la solución en partes; no el lenguaje arquitectónico, ni la importancia dentro de la trayectoria individual.
La presentación de Orden Unidad Sistema 15 años de la Cátedra Blanca ocurrió ayer en la Cafetería La Carreta del Tec. Pero antes de que Alejandro Rivadeneyra, Roberto Zúñiga, Laura Gómez, Roberto Romero y Agustín y Pablo Landa presentaran el libro a través de sus testimonios, los directivos del Tec de Monterrey y Cemex efectuaron la firma del convenio Tec-Cemex para continuar con el legado de Landa en persona de Romero; titular de la Cátedra Blanca, parte medular de la metodología de enseñanza y compañero de batallas de Agustín sin quien no se podrían cosechar los éxitos sembrados en 2003.
Agustín Landa Vértiz no inventó el hilo negro de la arquitectura pero logró con su férrea práctica un hilo conductor inigualable en toda su trayectoria. No copio a Luis Barragán, Frank Lloyd Wright y Mies Van der Rohe, pero investigó su obra y la de tantos más para enriquecer su arquitectura. No dio clases en una universidad, creó una escuela dentro de una escuela en la universidad donde educó. No viajó con los estudiantes para conocer arquitectura, nos reveló el sentido del contexto en la arquitectura que visitamos. No recorrió una trayectoria larga pero dejó un extenso legado en cada uno de los alumnos a los que enseñó. Agustín Landa no le ganó la batalla a la muerte pero transmitió, con ecos infinitos, su batalla más importante: la arquitectura. O la batalla de las pasiones, como el mismo la proclamó.
- Ricardo Naya. (2019). Cátedra Blanca CEMEX-ITESM. En Orden Unidad Sistema, 15 años de la Cátedra Blanca(20-21). Monterrey, México: Insituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.
- Roberto Zúñiga. (2019). Una escuela dentro de una escuela. En Orden Unidad Sistema, 15 años de la Cátedra Blanca(20-21). Monterrey, México: Insituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.
- Roberto Romero. (2019). La Cátedra Blanca, un taller de diseño arquitectónico. En Orden Unidad Sistema, 15 años de la Cátedra Blanca(20-21). Monterrey, México: Insituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.

Cátedra Blanca 21 en el despacho del Arq. Rogelio Salmona en Bogotá, Colombia 2013. (Paulina Rangel, Maria Luisa Jaime, Monica Villatoro, Jesus Quiroga, Alejandro Peña, Andrea Sepulveda, Agustín Landa, Miguel Cervantes, Daniel González, Alberto Payton, David Benítez y Emilio Alvarez)
La Casa de Oro

Croquis de la Casa Domus Aurea firmado por Alberto Campo Baeza en Monterrey, 2016
Domus Aurea fue el sobrenombre de la opulenta Villa Romana que el emperador Nerón mando reconstruir después del incendio del año 64 a. C. en la Ciudad Eterna. Sus paredes estaban cubiertas de oro, piedras preciosas y madre perla; y de sus techos de marfil calado caían flores y perfumes suntuosos en días de bacanales. La ‘Casa de Oro’ no solo es la traducción literal del latín para el arquitecto Alberto Campo Baeza. También es el concepto que le sirvió para nombrar la casa que acaba de construir en Monterrey, Nuevo León de la mano del arquitecto mexicano Gilberto L. Rodríguez.
Cuando le preguntaron a Campo Baeza el día de la inauguración en qué se había inspirado para concebir la Casa 202 del Sorteo Tec, respondió tajantemente: -en Barragán-. Un segundo después complementó su respuesta aludiendo a la escala, la proporción y el manejo de la luz del arquitecto mexicano Luis Barragán ganador del premio Prtizker de arquitectura en 1980. La siguiente pregunta del reportero pretendía desdoblar el programa arquitectónico de la vivienda y la respuesta no pudo ser más elocuente: ‘¿Cuántas recamaras tiene la casa?’ -las necesarias- pronunció el catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid desde 1986.
Si para Le Corbusier la arquitectura es ‘el juego sabio y magnifico de los volúmenes bajo la luz’ para el arquitecto español la arquitectura es el juego sabio –y preciso- de los volúmenes atravesados por la luz. «Hágase la luz». Y la luz se hizo. Alberto Campo Baeza se vale del primer material de la creación y con el inunda, atraviesa, barre, llena y vacía de luz los espacios que sueña para crear su arquitectura. ‘…es el material más lujoso que hay, el material más lujoso con el que trabajamos los arquitectos; pero como es gratis, no lo valoramos.’’ Y en la casa Domus Aurea no escatimó ni un poco de ella.
Campo Baeza manifestó hace algunos años en una entrevista que quería hacer ‘casas hermosas pensadas para pensar, para conversar, para amar, para habitar, para vivir: como un cielo en la tierra’. Y la primera obra del arquitecto español en México es una obra hermosa y potente: un cubo blanco –blanquísimo- de 3 niveles inundado de una luz casi divina ‘dorada como el dorado de Barragán’. La luz entra en diagonal a un espacio de doble altura por la arista sur del cubo y choca con el muro dorado para iluminar (en diagonal una vez más) la estancia en la planta baja también de doble altura.
Hijo de un Cirujano Militar y nieto de un Arquitecto, Campo se ha dedicado a ‘Buscar denotadamente la belleza’ en cada una de sus obras. Todavía soy capaz de escuchar ese tono pausado y sutil con el que en sus clases nos repetía los principios básicos de Vitruvio a mí y a mis 99 compañeros: Utilitas, Firmitas y Venustas. –La Venustas (Belleza) solo se consigue si se están presentes la firmitas (estructura) y la Utilitas (funcionalidad).-
Hace unos días durante la inauguración de su obra, le mencioné el cuadro dorado de Mathias Goeritz que cuelga junto a la ventana de la escalera de la Casa Barragán en el barrio de Tacubaya de la Ciudad de México. Alberto asintió con la cabeza. Ésa, presumo, habría sido su inspiración terrenal para concebir su muy sagrada Domus Aurea.
La Soberana norteña.
Se alza en la capital del otrora Nuevo Reino de León, un espacio digno de satisfacer y encantar a cualquier comensal que se atreva a ocupar un asiento en la ‘Cantina’ más exclusiva del norte de México. En la árida ciudad de las montañas y bajo el concepto de ‘…buscar los ritos y los sabores que enriquecen nuestra cocina…’ se ensalzan en La Nacional valores como la buena mesa y el trato (insuperable) a los clientes. La cocina autóctona regiomontana engalana la carta y comparte cartel con diferentes platos demostrando que la oferta gastronómica de Monterrey no se reduce al singular crío de la cabra. La experiencia comienza al poner el primer pie dentro del restaurante. Para comenzar, una cerveza y un sabroso granielote se pueden degustar de cortesía mientras se hace la concurrida antesala. La atención del equipo se hace presente en cada momento y en todos los detalles de la hermana menor de la familia ‘Nacional’ en la regiomontana colonia de San Jerónimo. La reina de la casa parte plaza en las elegantes mesas del comedor, la alcachofa asada además de ser exquisita, anteriormente catapultó al restaurante entre las lenguas de la sociedad regia. El reconocimiento del mencionado restaurante es ahora el pan suyo de cada día, el reflejo de su inigualable labor dentro del gremio se hace presente en todos sus platillos: desde los Tacos de Fideo hasta el Aguachile de Rib-eye, quienes merecen ser degustados por los paladares más exigentes. La Sultana del Norte, que en su tiempo fundara D. Diego de Montemayor, está orgullosa de tener a La Nacional, quien se viste con manteles largos para acoger a propios y extraños y demostrar, que en esta tierra, no se come solo carne asada.