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En memoria de Alfonso Álvarez Miaja

PRESENTACIÓN DEL LIBRO
6/enero/2024
Bienvenidos a todos, hoy es un día muy especial para mí, pues además de que hoy 6 de enero, Alfonso Alvarez Miaja estaría cumpliendo 70 años, este evento marca la culminación de un proyecto muy entrañable en el que trabajamos durante todo el año pasado y que no hubiera sido posible sin la ayuda incondicional de mi papá, la disposición de la familia Alvarez Abraham, el apoyo de Fundidora Morelia y la generosidad de todos los que amablemente pusieron por escrito un testimonio acerca de nuestro homenajeado. Gracias a todos por eso y por estar aquí esta mañana pues el día de hoy no solo conmemoramos el cumpleaños de Alfonso, también celebramos el legado que dejó entre quienes tuvimos la fortuna de coincidir con él de tantas maneras.
Es por eso que, tanto para mí, como para mi papá, Olivia, Olivia hija y Natalia es un honor contar con la presencia y la participación de Augusto, Genovevo y Jesús quienes me acompañaran aquí con sus comentarios del libro ‘En memoria de Alfonso Alvarez Miaja’.
Antes de comenzar a hablar del libro, me gustaría contarles que esta fecha además de ser importante por el cumpleaños de Alfonso, este homenaje y la presentación del libro, es muy significativa para nosotros porque estamos en un lugar muy especial para toda la familia: la casa de mis abuelos. Más puntualmente al lado del Bar de Don-Al (el acrónimo de Don Alfonso, como llamaban a mi abuelo) donde mis abuelos empezaron una tradición que continúa hasta el día de hoy; la de tomar el aperitivo todos los sábados más o menos a esta hora. De aquellas reuniones sabatinas en el “bar de Donal” surgieron memorias entrañables, como el desarrollo del libro de mi abuela María Luisa Miaja Isaac (animada por mi papá y mi tío), la organización de las comidas de los Álvarez, la planeación de inolvidables viajes que hicimos en crucero por el Caribe y Alaska y también este proyecto.
Para ponernos en contexto del primer esbozo de lo que hoy estamos presentando, mi papá nos va a platicar lo que pasó antes de que empezáramos a ejecutar esta idea.
- Palabras de Emilio Alvarez Miaja

CHARLA DEL LIBRO
El libro que tengo aquí en mis manos surgió a partir de varias visitas a su oficina en EISSA, en la que conservaba una pared llena de marcos que daban cuenta de su trayectoria profesional. Entre títulos, diplomas, reconocimientos, invitaciones y cartas de agradecimiento, conservaba algunas fotografías de momentos importantes de su vida que me llamaron mucho la atención. Con el cese de operaciones de la empresa, vino el abandono del que fuera su espacio de trabajo durante más de treinta años y teníamos que hacer algo para conservar todos estos valiosos recuerdos.
La primera idea fue hacer un álbum fotográfico y, aunque una imagen vale más que mil palabras, sentí que hacía falta un contexto en el cual se pudieran entender las fotografías que atesoraba Alfonso y que ilustran las diferentes etapas y momentos que protagonizó. Algún tiempo después, Jesús Ramírez (su yerno) me regaló una colección de testimonios en honor a Luis Robles Miaja, un primo lejano de Alfonso (a quien no conocí, pero sabía de su existencia) y me pareció una buena idea hacer lo mismo con las personas que aparecían en esas imágenes.
Gracias a la ayuda de mi papá, pude identificar a todos los retratados y con su opinión, determinamos ampliar la lista de participantes e incluir a otros amigos y familiares que tuvieron relación con mi tío. Desde luego, como en todas las selecciones, ni son todos los que están ni están todos los que son. Sin embargo, con el apoyo de mi papá y algunos amigos y miembros de la familia que colaboraron con propuestas, contactos y gestiones para reunir el testimonio de la mayoría de los invitados, se logró una muestra representativa de aquellos que trataron a Alfonso en los diferentes entornos en los que estuvo presente. Estoy seguro de que esta lista pudo ser mucho más grande debido al aprecio hacia el homenajeado y ofrezco mis disculpas por adelantado, pues sin ánimo de ofender ni dejar a nadie fuera, intenté incluir a las personas que sé que eran cercanas a Alfonso.
La convocatoria consistió en compartir alguna anécdota, recuerdo, memoria o experiencia por escrito para dejar evidencia de su paso por este mundo y entender el legado de Alfonso Álvarez Miaja entre quienes lo conocimos. Los textos, a manera de testimonios, pretenden contextualizar las fotografías mencionadas y relatar la trayectoria de su vida.
Con los textos recibidos y para darle una estructura al libro, decidimos organizar los relatos en tres secciones que además de distinguir la relación que tuvo cada uno de los firmantes en alguna, varias o en todas las etapas de su vida también nos desvela en cierto orden cronológico el paso de Alfonso por esta vida y como fue conociendo y relacionándose con cada uno de los que escriben. De los tres apartados viene la selección de los tres amigos de Alfonso que me acompañan aquí para hablar de él y del libro.
La primera sección se titula Alfonso el hermano, primo y tío que ponderó a la familia y a los amigos y en ella podemos descubrir historias de su infancia, sus primeros amigos, las enseñanzas que dejó en sus sobrinos, la relación que tuvo con sus yernos y un sinfín de anécdotas de su juventud al lado de su familia y sus amigos, especialmente de Augusto, para quien fue más que un amigo, un hermano.
- Palabras de Augusto Caire

En las secciones sucesivas podemos encontrar testimonios que descubren las dos facetas más importantes en las que desarrolló su vida profesional. En Alfonso el ingeniero electricista, enlace de los empresarios con el gobierno encontramos sus inicios como profesionista en la Comisión Federal de Electricidad que sin duda influenciaron en su quehacer industrial; el nacimiento de EISSA, la empresa que fundó y dirigió por más de 30 años; y su primer acercamiento a la función pública en el que ‘tenía el afán auténtico de servir y lo movía el compromiso de que se hicieran bien las cosas’ como lo dejó por escrito Genovevo quién lo invitó a participar como Secretario de Desarrollo Industrial y Comercial a quien le cedo ahora la palabra…
- Palabras de Genovevo Figueroa

Alfonso el ciudadano en la función pública y en la vida política de Michoacán es el título de la última sección del libro en la que su pasión por el servicio público se hace evidente y a la que se dedicó con absoluto compromiso a partir del momento en que comenzó a colaborar oficialmente como secretario y después con diferentes administraciones de manera oficial y oficiosa. En todas ellas rechazó cualquier remuneración económica y en palabras de Isidoro Ruiz, estuvo ‘siempre dispuesto a tender una mano, a hacer la llamada que se requería, a apaciguar las aguas turbulentas, a convocar a quienes era necesario; siempre para resolver, destrabar o impulsar un proyecto que él, o el grupo que se integraba a su alrededor, considerara relevante’. En esta tercera sección escribe Jesús Alva, a quien en casa de Alfonso se refieren como ‘el hijo que no tuvo’…
- Palabras de Jesús Alva


CIERRE
Sin duda cada persona que compartió sus vivencias y cada palabra escrita en este libro fue muy interesante para mí, y me hicieron descubrir muchos aspectos que no conocía de la vida de mi Tío. Y desde luego que hubo algunos descubrimientos muy interesantes a través de quienes compartieron sus recuerdos en textos y fotografías. Por ejemplo que los compañeros de Ingeniera Industrial en Electricidad se reunían todos los años en el mes de febrero; que Alfonso se escribía cartas con Tere su prima durante su etapa de estudiante en Monterrey; y en particular una que me cautivó. Y comparto primero una breve anécdota para poner en valor este tipo de proyectos que también a mí me interesan y emocionan. Cuando hicimos el libro de mi abuelo y fuimos a Capula a recoger el retrato que ilustra la portada al taller de Juan Torres, la esposa del maestro se acercó con nosotros para platicarnos que gracias a mi abuela, la Maestra Miaja, se había logrado construir la primera secundaria de Capula. Ni sus hijos estaban enterados de eso y de no haber sido por el libro, nunca lo habríamos descubierto.
Pues bien, en este libro podemos descubrir una anécdota extraordinaria que deja por escrito la inquietud de mi tío por inclusividad de las mujeres en el ámbito profesional gracias al texto de Alicia Valdespino Silva.
Después de haber recibido todos los textos y ya con las fotos escaneadas y retocadas para impresión y la estructura del libro planeada vino para mi otra parte muy emocionante que fue la del diseño y la realización del libro. Para eso nos ayudó David Kimura, quien además de encargarse de la parte técnica y editorial me propuso 3 colores para el libro: verde, ocre y gris. Desde el primer momento sentía que ninguno de los 3 tenía nada que ver con mi tío, pero avanzamos con el verde por ser un color vivo y agradable prácticamente hasta el final. Como pueden constatar el color final de la impresión dista mucho de ser verde y todos los aquí presentes podríamos asegurar que la primera impresión de Alfonso sobre el color morado de su libro no hubiera sido la más positiva. Quizás porque es un color que en nuestra construcción social está ligado al género femenino, y en el peor de los casos, a la iglesia…Pero nuestro homenajeado tampoco era alguien que ganara en la primera impresión y como lo dicen algunos textos del libro: ‘para quererlo había conocerlo’. Y este color, además de todas las acepciones que existen, tiene un significado muy especial y para mi representa bien a mi Tío, pues es el color de la tercera franja de la bandera de la República Española, el movimiento social y político que fue destituido por un golpe de estado que desató la Guerra Civil que trajo a nuestros ancestros a este país. Este bagaje cultural sin duda condiciono la manera de pensar y actuar de Alfonso quien se interesó en la historia de su familia y estaba (como algunos miembros de la familia) orgulloso de ser descendiente del General Miaja, el defensor de Madrid.

Para finalizar, me gustaría compartir con ustedes algunos motivos que fueron determinantes para la realización de este proyecto. El primero es que este libro es para mí una forma de agradecimiento hacia mi Tío por la generosidad que tuvo conmigo de manera personal y profesional con sus consejos y su confianza. El segundo porque estoy seguro de que él estaría muy orgulloso de este proyecto pues tuve la fortuna de colaborar con él en otros proyectos editoriales de la familia y se que le hacían especial ilusión y le entusiasmaba mucho dejar un legado escrito de quienes él quiso admiró. Y finalmente porque es un regalo para su familia con quienes estoy igualmente agradecido por su confianza y más importante este regalo es para Isabel, Ana, Patricio y Sebastián para que entiendan porqué su abuelo fue tan apreciado por su familia, amigos, colaboradores y tantas personas de Morelia y de Michoacán, y tengan la certeza de que Alfonso Álvarez Miaja trascendió en todos nosotros.
Muchas gracias.
Antes de cerrar este acto me gustaría abrir este foro por si alguien brevemente quisiera hacer algún comentario…









De puertas para adentro
Texto publicado en el libro: Herrera Cornejo, Arturo, 2017, ‘Alfonso Alvarez Barreiro, Un Empresario del Siglo XX en Michoacán’, Morelia, México, Morevalladolid.
Cuando mi abuela Luisa, la mujer de Don Alfonso Álvarez Barreiro, decidió escribir el libro de su vida lo primero que hicieron sus hijos Alfonso y Emilio fue regalarle una computadora. En el estudio de la casa de mis abuelos, Doña Luisa pasaba su tiempo aprendiendo ‘computación’ y poniendo por escrito su infancia durante la Guerra Civil Española, su adolescencia mexicana en el exilio y su vida adulta al lado de mi Abuelo en la ciudad que adoptaron como propia: Morelia. La ‘Maestra Miaja’, activa e inquieta, se dedicó con ahínco a recopilar información para sus memorias en una época en la que el internet interrumpía la señal del teléfono y servía máximo para mandar correos electrónicos. Con la ayuda de su hijo Alfonso, mi abuela se creó una cuenta de hotmail y a través de ella intercambiaba mensajes con algunos habitantes de su natal Melilla quienes le enviaban imágenes recientes de la ciudad, fotos de su casa de veraneo, pormenores de la cárcel donde estuvieron presos y otros datos generales que fueron llenando las páginas de su libro ‘Sombras y luces del ayer: Éxodo de recuerdos’ editado en 1999. La conexión que tuvieron madre e hijo era evidente: ella se entretenía recordando su vida y él se interesaba por los detalles de la Guerra Civil en España desde la perspectiva de una sobreviviente. El resultado fue nada menos que entrañable.
Mi Abuelo en cambio, que fue muy hábil para escribir (se le puede leer en algunas semblanzas en los periódicos del Club Rotario de Morelia), no dejó un testimonio escrito de su periplo y su trayectoria es digna de reconocerse. No solo por su activismo social y su actividad empresarial; también por su promoción al deporte y al desarrollo urbano de Morelia; y por las diversas actividades y proyectos en los que participó con notable liderazgo.
La idea original fue de mi Tío Alfonso y con la inquietud heredada, una vez más, los hermanos Álvarez Miaja se dieron a la tarea de poner por escrito la vida de su padre. La voluntad de ellos y la exhaustiva e interesante investigación del historiador Arturo Herrera Cornejo nos permiten entonces a través de las páginas de este libro adentrarnos en la vida pública de un moreliano por adopción que llegó para quedarse y se ganó un lugar dentro de la historia de la ciudad. Pero la huella que dejó este hombre abarca mucho más que lo que se vivió de puertas para afuera. Mi Abuelo Alfonso fue además la cabeza de su familia, líder entre sus amigos, sabio consejero y un gran maestro cuyos ejemplos y consejos han trascendido en quienes convivimos con él.
Alfonso Álvarez Barreiro nació rumbero y jarocho en el Puerto de Veracruz. A esa ciudad habían llegado sus padres ‘con una mano atrás y otra adelante’ procedentes de Galicia. A diferencia de otros españoles (llegados algunos años más tarde a causa de la Guerra Civil) la familia Álvarez Barreiro había venido a ‘hacer la América’, un término bien conocido entre gallegos y asturianos cuyas familias vinieron a México a principios del siglo XX desde luego a trabajar, pero primordialmente a buscar un mejor futuro. Alfonso, hijo de dos aldeanos de Loña del Monte, aprendió de ellos la cultura del trabajo y de sus hermanos la constancia y la perseverancia para salir adelante.
La situación que vivía su familia lo llevó a trabajar desde muy joven. Primero lo hizo en una panadería y después en un banco. De todos sus empleos aprendió y en todos destacó, pero hubo uno que recordaba con más determinación. A los 20 años se fue a trabajar a Houston, Texas alentado por un primo que vivía allá. Al cabo de unos meses su desempeño fue mejorando y comenzó a hablar inglés, con ello se ganó un ascenso dentro de la empresa aunque existían otros factores por los que ocurrió. Nunca le habían creído que era mexicano por su color de piel y en aquel momento ya estaba listo para liderar a sus compañeros de quienes había aprendido: un grupo de obreros entre los cuales había varios de raza negra. De puertas para afuera nunca platicó ese detalle ni otro que concretó su regreso expedito a México: Estados Unidos peleaba la Segunda Guerra Mundial, su ejército necesitaba refuerzos y los reclutamientos eran constantes en ésta y en otras fábricas de la ciudad.
Las páginas de este libro desdoblan las andanzas de un personaje valiente y responsable al que no se le cerró el mundo y supo sobreponerse a su circunstancia. Mi Abuelo se forjó un porvenir contradiciendo los augurios y rompiendo los moldes de su propia familia: se casó con María Luisa hija del General Miaja (aun cuando en su casa le dijeron que no estaba a la altura para contraer matrimonio con la hija de un militar de la Republica Española de tal rango); se emancipó de sus hermanos para tener su muy modesto pero propio negocio en la Ciudad de México; y más adelante dejó su patrimonio en la capital del país para buscar nuevos horizontes en el estado de Michoacán. Los pasos que dio Alfonso Álvarez fueron siempre firmes y sobre el camino del éxito.
A Morelia llegó para establecer la Distribuidora Michoacana de Automóviles. Y aunque ésta era una tierra desconocida para él, no lo era tanto para Fernando Rodríguez Miaja (el primo de mi abuela y esposo de su hermana Pepita). Con su concuño se asoció para arrancar el negocio con matriz en la capital y una sucursal en Uruapan. ‘Ya llegó Rockefeller’ murmuraban los cafeteros de ‘El Panal’ cuando arribaba el Ing. Rodríguez Miaja a tomar café en el extinto local de la Avenida Madero. La razón era que el coche de mi Tío, un Lincoln color negro de amplias carrocerías, no se veía muy seguido por estas calles. Al cabo de algunos años mi Abuelo se quedó como único propietario de la distribuidora pagando ‘religiosamente’ hasta el último centavo del valor de sus acciones a mi Tío Fernando y la relación que tuvieron perduró conservando el respeto y la amistad. ‘La única discusión que tuve con tu Abuelo fue por un partido de futbol’ recuerda siempre mi Tío.
‘Quien tiene un amigo tiene un tesoro’ y para mi Abuelo existían pocas cosas más importantes que la amistad. En una ocasión me preguntó que si yo practicaba algún deporte; a mi respuesta negativa replicó con un consejo: ‘escoge un deporte (el que tú quieras) y dedícate para que hagas un buen grupo de amigos’. Alfonso Álvarez Barreiro tuvo muchos y muy buenos de ellos. Con algunos se juntaba para realizar proyectos altruistas y con otros para hacer negocios; con unos se reunía para hablar de política y con todos se juntaba ‘a tomar la copa’. Hubo un grupo muy especial que le dio grandes momentos de satisfacción y alegría: junto a algunos de sus compadres y otros allegados formaron una directiva con el objetivo de hacer que el equipo de futbol de la ciudad, el Atlético Morelia, subiera a la primera división. Con ese nombre bautizaron ellos mismos el referente histórico de lo que hoy es Monarcas Morelia y hasta promovieron (y lograron construir) el Estadio Morelos. Todos sus amigos fueron parte fundamental en su vida y él se dedicó a cultivar su amistad.
Don Alfonso era un hombre serio, de mucho carácter y a la hora de cumplir había que hacerlo de manera exacta. ‘La puntualidad es don de reyes y virtud de caballeros’ nos adoctrinaba mi Abuelo que tenía poca paciencia y pecaba de ser puntual. Y así como lo hacía de puertas para adentro influía también en sus trabajadores y hasta en su círculo de amistades. Pero ese no era el único rasgo de educación que lo caracterizaba. Era un hombre de mundo, formal, aseado, reservado y muy cortés. Evitaba decir malas palabras y desestimaba a los hombres que no se rasuraban diario. En los restaurantes saludaba estrictamente descendiendo casi nada la cabeza ‘aunque se apersonara la mismísima Elizabeth Taylor’ y se ceñía con rigor a una de las recomendaciones que El Inválido le da a Andrés antes de partir en el poema de Antonio Plaza: ‘…de todos piensa muy mal; pero habla muy bien de todos.’
Al lado de María Luisa Miaja Isaac, Don Alfonso formó su familia y tuvieron cuatro hijos: Patricia (q.e.p.d.), Gloria, Alfonso y Emilio. De sus matrimonios con Manuel Bartlett, Olivia Abraham e Ybett Abouchard respectivamente nacimos seis nietos: León Manuel, Alejandra, Olivia, Natalia, Alonso y yo. La casa de mis abuelos fue siempre el centro de reunión: los sábados para tomar el aperitivo en el bar, los domingos para comer la familia al completo y los fines de año para celebrar la navidad. Todas las reuniones giraban siempre en torno a la comida, el vino, el futbol y la música que ponía mi Abuelo. De algunas de ellas salieron viajes inolvidables y de todas grandes enseñanzas que me han formado y atesoro con profunda admiración.
Estoy convencido que el interés que suscitará este libro se extenderá más allá de quienes conocimos a mi Abuelo de puertas para adentro. Tan solo en el estricto sentido de la narración de sus más de 90 años de vida entrelazados con la historia del desarrollo de Michoacán; pero más por los logros y las metas conseguidas por una persona tan activa y exitosa. Don Alfonso destacó más allá de su actividad profesional principal como lo fue la distribución de vehículos de diferentes marcas en el estado de Michoacán y llegó a ser un actor principal en el desarrollo urbanístico, social, deportivo, empresarial e industrial realizando con éxito proyectos en pro de los habitantes de la ciudad y del estado. Con la misma responsabilidad que lideró el Club Rotario de Morelia y la Asociación Mexicana de Distribuidores de Automóviles (AMDA), asumió la presidencia del equipo Atlético Morelia; y con el mismo compromiso que impulsó la construcción del Estadio Morelos, promovió la creación del Club Campestre de Morelia.
Hubo un tiempo no muy lejano en que al menos media Morelia conocía a Alfonso Alvarez Barreiro. ‘El hombre no es de donde nace, es de donde pace’ decía él mismo. Y ‘Don Alfonso’ como era conocido y reconocido en Morelia, llegó a esta ciudad no solo para trascender en la vida profesional, si no para destacar en todos los ámbitos en los que se hizo presente. Tan necesario es el testimonio como importante es su ejemplo. Cuando conocí a mi Abuelo él estaba en el último tercio de su vida y yo era todavía un mequetrefe. Conforme he crecido, cada refrán, cada frase y cada consejo es más atinado; y conforme ha pasado el tiempo me he dado cuenta que la congruencia con la que vivió es digna de aplaudirse. En la vida de Don Alfonso, las puertas eran de cristal.
Emilio Alvarez Abouchard
Morelia, Michoacán, 2017.
